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Paternidad que abraza: ser papá y mamá al mismo tiempo

Desde hace ocho meses, Cristian, además de padre, asumió el rol de madre. Esta ha sido su experiencia.

10 de mayo de 2025

Estilo de vida

Llegó sin avisar y se convirtió en el motor de dos familias. Sus papás le decían “la niña”, con amor y certeza inexplicables, hasta que una ecografía lo confirmó y decidieron que se llamaría Mía.

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Manuela y Cristian, ahora padres, hicieron acuerdos y cumplieron su nuevo rol con el propósito que los unió más allá de quererse: educar a la niña con libertad y romper los patrones de infancia de cada uno a causa de la ausencia paterna.

Una bacteria hizo que Manuela comenzara a pasar largas temporadas en el hospital sin que se supiera lo que tenía. Las videollamadas conectaban su habitación con la de la niña para que compartieran a través de una pantalla, hasta que pudieran abrazarse de nuevo. Esas temporadas de hospital prepararon a todos para lo inevitable, aunque ninguno lo esperara tan pronto.

La niña no quiso ir al funeral. Les dijo a su abuela materna y a su papá que no quería ver a su mamá por última vez así y con ese “así” todos entendieron a lo que se refería. Le escribió una carta y se quedó en casa con una tía, mientras el resto acompañaba el féretro hasta una sala pequeña en la que la despedida precedió a las cenizas.

Cambios repentinos en la balanza

En la familia que se creó alrededor del cuidado de la niña, comenzó a construirse una red de apoyo, que, incluso antes de la enfermedad de Manuela, presenció cada logro. “Lo más difícil ha sido no tener esa misma ayuda que teníamos de ella antes”, dice Cristian, quien ahora vive con Mía en casa de la abuela materna y distribuye el tiempo para compartir en igual medida con la familia paterna.

El grado de preescolar de Mía, las entregas de notas, las fiestas de cumpleaños que sus papás nunca tuvieron y que quisieron darle para saldar sus propias deudas con la vida, fueron igual de importantes que los días en los que se turnaban entre todos para ayudarla con las tareas.

Despertar temprano para llevarla al colegio antes de ir a trabajar y acostarse después de dejar organizados los uniformes y las comidas del día siguiente fueron las tareas a las que Cristian debió acostumbrarse desde que la salud de Manuela empezó a debilitarse. Recibía la ayuda de ambas familias y así se fue tejiendo el abrigo que hoy todavía los cobija, aunque Manuela esté presente solamente en las conversaciones y los recuerdos.

“La llegada de la niña fue una sorpresa que recibimos con mucho miedo, pero a la que le hicimos frente con amor”, dice Cristian, quien trabaja como independiente, lo que le ha permitido ser el padre proveedor y la figura que le faltó cuando crecía. Con la ausencia de Manuela, el peso en las labores de Cristian aumentó. A las tareas asociadas con su género que incluían el brazo económico, la disciplina y la protección, se sumó una suavidad que no sabía que tenía y que los demás comentan y aplauden, como si no pudiera ser inherente a él como papá.

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Hoy poco ha cambiado, además de lo obvio de la ausencia. Tener una parte activa en la crianza y educación de la niña les ha permitido a Cristian y a las dos familias que los apoyan abrir conversaciones sobre la necesidad de una paternidad más activa y sensible.

“Ser papá y mamá es una felicidad y una responsabilidad muy grande; ahora siento que tengo que prestar más atención a lo que digo y hago, pensar dos veces, consultar para que todo salga bien, pero, aunque a veces es difícil, siempre termina saliendo bien”.

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