Emoción, estrategias, coros, pitos y aplausos son algunas de las palabras que describen el ambiente que se vive el último domingo de cada mes en el diamante de sóftbol Oswaldo Osorio, ubicado en el barrio Laureles, al occidente de Medellín.
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El escenario deportivo recibe a los múltiples equipos de jugadores venezolanos que se reúnen alrededor de lo que más disfrutan: jugar sótfbol.
Esta competencia, llamada Torneo Relámpago de la Corporación Deportiva 9 Stars, busca que la población venezolana, que vive en Medellín y disfruta de este deporte, traiga a la capital de Antioquia el nivel de juego de Venezuela.
Este evento deportivo no solo es un espacio para competir, en él también comparten, recuerdan y reviven las tradiciones deportivas de Venezuela.
“Para el venezolano es muy atractivo este torneo porque es traer este pedacito de Venezuela que cargamos por dentro y que quisiéramos revivirlo en algún lado”, cuenta Delio García, organizador del torneo.
Este se convirtió en el parche de los últimos domingos de cada mes para todos los amantes del deporte, sea como espectador o jugador, el sóftbol une a la sociedad. Las barras de uno u otro equipo y hasta las personas que llegan por curiosidad de conocer qué es lo que se hace en el escenario deportivo llenan las graderías y crean un ambiente de sana competencia.
De acuerdo con Delio García, uno de los organizadores del torneo, este evento inició como algo pequeño en el que los jugadores hacían una vaca y el equipo ganador se llevaba el premio mayor.
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“Hace tres años nos reuníamos y cada uno ponía $ 5000 o $ 10.000, lo que tuviera, eso se recogía, jugábamos varios partidos y el ganador se llevaba la plata”, recuerda García.
El organizador recordó que, en la época de pandemia, cuando los escenarios deportivos de Medellín no estaban abiertos, ellos trasladaron los juegos a Bello para no perder la actividad que disfrutaban tanto.
“Jugábamos en canchas de fútbol, tanto sintéticas como natural, además lo hacemos bajo las normas venezolanas, por ejemplo, en combo, es decir, si el bateador lleva dos strikes y conecta mal la tercera, es un out”, explica el profe.
En la actualidad, la inscripción cuesta $ 350.000 y cada domingo uno de cuatro equipos participantes se queda con $1.000.000, el premio para el mejor club de ese día.
Ahora es un evento esperado mes tras mes, trascendiendo las barreras de la competencia y convirtiéndose en un símbolo de unión y juego limpio. Para ellos, ese último domingo de cada mes significa un momento de escaparse de la realidad, de concentrarse en el deporte que los apasiona y de jugar.
“Hay muchos que trabajan en plataformas de comida y de transporte, entonces yo ese día les digo que Medellín se va a paralizar porque no hay motorizados en la calle”, cuenta entre risas Delio.
El torneo funciona como un espacio seguro para quienes habitan la capital antioqueña y son del país vecino. Aunque en su mayoría, los equipos los forman venezolanos, no se niegan a abrir el espacio a los locales.
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Las graderías se llenan de entusiasmo y palabras de aliento por parte de la hinchada, las familias de los jugadores. Sea como jugadores o espectadores, todos encuentran en este espacio una oportunidad de desconexión de la rutina, de disfrutar el deporte y apropiarse de los escenarios de la ciudad.
Cada lanzamiento, en cada carrera, cada ponche y out escriben nuevas historias de integración y de superación, reafirmando que el sóftbol juega un papel fundamental en la vida de quienes lo practican y lo disfrutan.