Jesús Rafael Rodríguez García todavía recuerda lo que es sentir la adrenalina segundos antes de iniciar una carrera. Desde que era pequeño supo lo que era el BMX, ya que cerca a su casa en Cumaná, Sucre, Venezuela, había una pista de entrenamiento.
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Con el permiso de sus papás, cuando cumplió 14 años empezó a trabajar en una papelería. Con esfuerzo construyó su propia bicicleta y se demoró dos años para tenerla completa. Tenía 16 años cuando inició a entrenar de lleno y desde entonces el BMX se convirtió en su estilo de vida, llevándolo a competir en eventos nacionales e internacionales.
Después, a los 18 años decidió viajar a Francia para participar en el Campeonato Mundial de Bicicrós. Su habilidad lo llevó a romper dos veces el récord de velocidad, pero durante la final, una caída lo dejó en el octavo puesto.
“En esa competencia, una empresa que se llama Diamondback me contrató y empecé a entrenar supercrós”, recuerda Jesús, y comenta que mientras practicaba tuvo un accidente que lo dejó en coma y cambió el curso de su vida.
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Tras recuperarse, Jesús regresó a Venezuela, donde fundó su propio club de BMX llamado Quemando Llantas. Allí estuvo como atleta y entrenador. Mientras estaba en su ciudad natal tuvo varios negocios que lo mantuvieron económicamente, entre esos, una línea de taxis.
“Con la devaluación de la moneda, mi empresa quedó en bancarrota porque no tenía dinero y teníamos problemas de combustible, de batería o aceite. La situación era muy dura y el sueldo no alcanzaba”, cuenta.
Por eso, hace 3 años, decidió migrar a Colombia en busca de nuevas oportunidades. Junto a su pareja, Germari González, encontró una nueva vida en Bello, donde comenzaron a trabajar en la industria de la confección.
“Al principio empecé a trabajar en carpintería, pero después nos despidieron y mi pareja, como sabe de confección, encontró un trabajo en un taller y ahí estuvo un tiempo”, asegura.
Luego decidieron que era momento de montar su propio emprendimiento, un taller de confección que se enfocara en uniformes deportivos, es la combinación de lo mejor de sus dos mundos.
“Tenemos 7 máquinas, a futuro queremos que nuestra pequeña empresa crezca, que podamos generar empleo y distribuir nuestra marca en todo el país, ese es nuestro sueño”.
A su llegada a Bello, Jesús, de 46 años, reinició su vida, tanto es que lo hizo recuperar un viejo amor, como lo es el BMX, por eso se compró una bicicleta y va a entrenar a Copacabana, municipio en el que le permiten practicar sin necesidad de hacer parte de un club y pagar.
“Nos gusta mucho vivir aquí y decidimos quedarnos, incluso decimos que si volvemos a Venezuela, es solo de visita porque gracias a Dios lo que hemos alcanzado, allá no lo tendríamos”, explica.
A pesar de los obstáculos que ha enfrentado a lo largo de su vida, su pasión por el BMX continúa impulsándolo hacia adelante, recordándole que siempre hay una oportunidad para volver a empezar.