Estas redes, conformadas por las personas más allegadas a los jóvenes, tales como padres, abuelos, tíos, amigos y profesores, no solo proporcionan un espacio de contención emocional, sino que también ofrecen recursos y herramientas para afrontar los desafíos cotidianos. Sin embargo, es importante tener en cuenta que no todas las juventudes tienen acceso a ellas, lo que destaca la necesidad de trabajar en su fortalecimiento y accesibilidad.
De acuerdo con Mileidy Jiménez, psicóloga especialista en salud mental juvenil, uno de los factores que impacta negativamente la salud mental de esta población son las grandes brechas que aún persisten para acceder a la educación y al empleo. Para darse una idea, según el Sistema Nacional de Información de la Educación Superior (Snies), solo el 53.94 % de los estudiantes entre los 17 y los 21 años lograron ingresar a la educación superior. Por otro lado, según un informe emitido por el Boston Consulting Group, el 85 % de los jóvenes tienen problemas para encontrar empleo o sus condiciones de empleabilidad son precarias.
Además, la encuesta Voces Resilientes: Juventudes, realidades y territorios realizada por USAID, ACDI/VOCA y el Observatorio Javeriano de Juventud, revela que el 62 % de los jóvenes que laboran actualmente percibe ingresos por menos de 1 millón de pesos. De hecho, 54 % de las juventudes ha considerado o ha necesitado más de un trabajo para cubrir sus necesidades
Estrategias para fortalecer las redes de apoyo
Según Jiménez, una de las estrategias fundamentales para promover redes de apoyo para la población en riesgo es “fomentar la creación de espacios seguros y acogedores donde puedan compartir sus experiencias e incluso hablar de los malestares que les generan y tener con quien desahogarse, algo vital para liberar las cargas emocionales que les aquejan y evitar niveles altos de estrés, ansiedad y tristeza”.
Y para fomentar el acceso al empleo y la educación también se requiere de varias estrategias. Una de estas es la creación de programas de capacitación adaptados a las necesidades de los jóvenes y del mercado laboral. Otra va orientada hacia el establecimiento de alianzas con empresas comprometidas con la diversidad y la inclusión para así generar una conexión entre empresarios con las juventudes. De esta manera se podrían desarrollar ferias de empleo en articulación con organizaciones, así como crear oportunidades de acceso a cursos en áreas de alta oferta para facilitar que aquellas personas con escasos recursos puedan estudiar y, en un futuro, emplearse.
Además, es vital la sensibilización sobre la importancia de la salud mental en el lugar de trabajo, y el desarrollo de programas de mentoría y apoyo emocional para quienes enfrentan desafíos en este ámbito.
Todo lo anterior podría llevarse a cabo mediante grupos de apoyo presenciales o plataformas virtuales que faciliten la interacción entre pares. En Medellín, según datos suministrados por la Alcaldía Distrital, existen más de 460 colectivos de este tipo, que buscan no solo que las juventudes inviertan bien su tiempo, sino que se sientan en un espacio de bienestar pleno.
Otra estrategia vital es involucrar a la comunidad en la promoción de la salud mental juvenil. Esto implica trabajar en conjunto con instituciones educativas, organizaciones comunitarias y líderes locales para sensibilizar sobre la importancia de las redes de apoyo y proporcionar recursos para su creación y mantenimiento.
También es clave capacitar a los adultos que interactúan con jóvenes, como padres, maestros y profesionales de la salud, en la identificación temprana de signos de problemas de salud mental y en cómo brindar apoyo adecuado. Esto contribuirá a crear un entorno más comprensivo y solidario para los jóvenes que enfrentan dificultades emocionales.
Por otro lado, para Sebastián Montoya, director de la Corporación Sueña, Cree y Sé Feliz, colectivo creado para ayudar a los jóvenes de la comuna 14 de Medellín en temas de salud mental,”uno de los grandes retos en torno a la creación de estos espacios es encontrar estrategias para identificar a los integrantes del grupo que se sientan en condiciones de depresión o ansiedad, ya que no todos tienen la capacidad de solicitar ayuda en los momentos difíciles. Además de la pena que algunos sienten de expresar sus emociones ante los demás, sin sentirse juzgados”.