“Observando la crisis mundial provocada por la pandemia y la deficiente gestión de cadáveres, especialmente en América Latina, decidimos investigar cómo dignificar este proceso en situaciones de emergencia. Nuestro análisis se centró en los ritos funerarios y en la necesidad de desarrollar soluciones prácticas y respetuosas”, afirmó la docente investigadora Érika Imbet Vargas.
Lo llamativo de esta creación es que, aparte de cumplir los estándares internacionales, permite conservar los cuerpos hasta 20 días sin refrigeración, minimizando riesgos sanitarios y facilitando su logística. Además, su sistema de numeración garantiza la identificación y su fabricación con materiales sostenibles lo que lo hace accesible y amigable con el medio ambiente.
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“Está elaborado con materiales reciclados como cartón, aluminio y polietileno. Además de ser adaptable a diferentes tamaños, tanto para personas como para animales, nuestro diseño es compatible con procesos de producción industrial de empaques, lo que facilita su escalamiento”, explicó el docente e investigador Andrés Montoya Tobón.