Es abogado, pero tiene más de 30 años como violinista. Desde muy joven ha brindado sus conocimientos con este conocido instrumento, del que dicen es bastante complejo para tocar. Eduardo José Jiménez Herrera, más conocido como Waldo, llegó a Colombia en el 2016 y es oriundo de la ciudad de Maturín, estado de Monagas, Venezuela.
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La situación en su país hizo que cambiara el chip y se dejara guiar por una vocación que siempre lo ha acompañado. “Me enamoré de Antioquia, además del apoyo que siempre me ha brindado la gente. Tengo especial agradecimiento con las grandes agrupaciones de música mexicana, en las que tuve mis inicios en Medellín tocando este instrumento”, cuenta Waldo.
Fue un pionero
A este artista se le recuerda como uno de los pioneros en clases virtuales de violín durante la pandemia en nuestra ciudad. En esa búsqueda de alternativas, Waldo creó su propio centro de enseñanza de violín. Después de la pandemia, dichas clases ya comenzaron a ser presenciales.
“Tocar violín es fácil”, así se refiere Waldo a esta técnica educativa. “Rompe con la enseñanza tradicional de este instrumento y por eso comenzó a ser llamativa. Hoy en día, mis clases van desde las 8:00 de la mañana a 8:00 de la noche, de lunes a domingo, en las que enseño a niños, jóvenes y adultos sobre este arte”, explica.
Uno de los principales objetivos del artista venezolano es ir en contra de aquellos mitos que se refieren a cierta complejidad a la hora de interpretar cualquier instrumento. “Quiero que las personas descubran que tocar violín es fácil y muy enamorador. Durante este tiempo, mis alumnos se han dado cuenta de dicha teoría”.
“Quiero que el solo hecho de tocar violín se convierta en una técnica fácil y que enamore a muchas personas”.
La magia de duranta
Cada artista tiene su musa de la inspiración y Waldo no fue ajeno a esa magia. Además de adaptarse plenamente a Medellín, en el barrio Robledo, donde vive, el violinista asegura que una bella planta lo hizo admirar más nuestra región paisa.
“La duranta, una planta verde amarilla que está por todos lados de la ciudad, se me hizo presente en los recorridos que hacía por los barrios tocando el violín. En dichas barriadas la gente me empezó a conocer como ‘el violinista de Medellín’, una demostración de cariño que me impulsó a dar mis clases”.
Con su esposa y dos hijas, Waldo decidió que Medellín sería su ciudad, ojalá para siempre, además por el respeto que ha sentido en los años que lleva en esta tierra.
“En los barrios de la ciudad me bautizaron como ‘el violinista de Medellín’, una gran muestra de cariño hacia mí”.