El club ya tiene dos años de existencia y se encuentra en el barrio Popular 1. Al principio eran solo tres jóvenes venezolanos quienes formaban parte del equipo, pero con el tiempo ese número creció hasta llegar a 18 jugadores. Entre ellos destaca a Abraham, un talentoso joven que hoy es el capitán de la categoría 2010.
El entrenador asegura que el fútbol es una herramienta para mantener a los niños y jóvenes enfocados en algo positivo; para él, esta disciplina no tiene fronteras ni nacionalidades; es un lenguaje universal que une a todos, sin importar de dónde vengan.
De acuerdo con David, muchos de los niños migrantes que llegan al club encuentran en el espacio un lugar en el que pueden concentrarse en hacer lo que más les gusta: jugar fútbol.
“En el fútbol no existe si la persona es venezolana, colombiana o brasileña; este deporte no tiene un idioma, crea una unión en la que los problemas se olvidan y de esa manera los podemos apoyar”, señala el entrenador.
En la actualidad, el equipo tiene tres espacios de entrenamiento en todo el barrio, según él están “en la cancha del Rompoy, la Divina Providencia y la estación de Popular número 1”. Allí los niños, que van desde los 4 hasta los 16 años, no solo aprenden de fútbol, sino también sobre el compromiso con el club, el colegio y la familia.
Este proyecto, además de crear espacios seguros para los niños migrantes, donde no importa el origen, busca fortalecer lazos y construir una comunidad más unida y solidaria.